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2 de agosto de 2019 09:14

Un trole se jubiló y ahora es comedor

El trole fue acondicionado por dentro y por fuera para volverse un comedor. Foto: Roberto Peñafiel / ÚN

El trole fue acondicionado por dentro y por fuera para volverse un comedor. Foto: Roberto Peñafiel / ÚN

Ana María Carvajal
(I)

Atrás quedaron el bullicio, los apretujones, las frenadas y las arrancadas diarias desde La Y hasta El Recreo. Pero ahora este trole jubilado tiene una nueva vida.

Del útil medio de transporte que movía a miles de vecinos de Quito, pasó a ser un comedor que no solo le da un sitio acogedor para alimentarse a los trabajadores de la estación multimodal El Labrador, sino que se volvió un medio de sustento para tres mujeres: el trolebús viejito es ahora un moderno trolebar, como el de los colegios.

Ayer, 1 de agosto del 2019, los comensales que trabajan en el turno de la mañana eligieron entre una guatita y un seco de chivo. El menú de hoy es fritada.

Los preparó doña Amparo, quien vive en Cotocollao y se levanta a las 04:00 de lunes a viernes para preparar platos típicos variados y desayunos para los conductores, personal administrativo o de servicio al cliente de la Empresa de Transporte de Pasajeros.

El piso del trolebar es nuevo. Ahora tiene baldosas y en lugar de asientos, hay mesas y bancas. Foto: ÚN

El piso del trolebar es nuevo. Ahora tiene baldosas y en lugar de asientos, hay mesas y bancas. Foto: ÚN

En las tardes y en los fines de semana, otras dos personas llevan otros manjares para la venta. Según Ernesto Galárraga, secretario general del Comité de Empresa, los USD 2,50 que cuesta un plato se descuentan del rol de pagos.

El comedor se instaló en el viejo trole cuando la estación de La Y se mudó a El Labrador. Galárraga cuenta que la idea surgió de una necesidad y un derecho del contrato colectivo: la empresa debía proveer de un comedor a los trabajadores.

De paso, decidieron salvar al bus que de otro modo estaría dañándose cada día más, embancado y olvidado. En esa misma terminal, otros dos troles fueron acondicionados como bodegas de artículos de limpieza y de herramientas.

Daniel Analuisa usualmente pide desayunos: café, jugo, huevo y sánduche. Pero a veces se deja tentar de un seco de chivo. Para él, este comedor es una salvación, sobre todo en días con mucho trabajo y poco tiempo para comer.

El dato. Otro articulado se convirtió en el 2017 en la primera Casa Somos Trole. Fue acondicionado para ese fin en La Magdalena y la transformación tuvo un costo de USD 60 000.