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28 de octubre de 2019 09:11

Tumbas con cara de palacios

Columnas, flamas, esculturas de santos, cúpulas... de los mausoleos de San Diego.  Foto: Diego Pallero / ÚN

Columnas, flamas, esculturas de santos, cúpulas... de los mausoleos de San Diego. Foto: Diego Pallero / ÚN

Ana María Carvajal
(I)

Dicen que cuando llega la hora de partir, todos somos iguales. Ya no importa el dinero, ni lo que en vida tuvimos, sino lo que hicimos en el plano terrenal. Eso quizá se aplique en esa dimensión a donde van las almas tras abandonar sus cuerpos.

Pero quienes se quedan, preparan un lugar acogedor para mostrarles de algún modo que los extrañarán por siempre. En el Cementerio de San Diego, el segundo de Quito después de El Tejar, artistas como Luis Mideros y arquitectos como Francisco y Pedro Durini, Antonino Russo y Francisco Smith crearon verdaderos ‘palacios’ para que sean la última morada de personajes históricos y adinerados.

Aunque los mausoleos que construyeron con mármol, cemento y metales son joyas de Quito, los restos de creadores como Smith y Giacomo Badiconzinni reposan en modestos nichos cerca de otros personajes como Ulpiano Páez, miembro del gobierno del presidente Eloy Alfaro.

Según Héctor López Molina, de Los Ladrillos de Quito, la riqueza patrimonial de San Diego es inmensa y en ella se ven líneas arquitectónicas de finales del XIX e inicios del XX. Son ideas de los mismos arquitectos que dejaron su huella en las calles de la capital.

López organizó el sábado 26 de octubre del 2019, un recorrido guiado para apreciar el valor arquitectónico de este camposanto y lo repetirá el domingo 3 de noviembre, a las 10:00.

Este ángel blanco es uno de los atractivos de San Diego. Foto: Ana María Carvajal / ÚN

Este ángel blanco es uno de los atractivos de San Diego. Foto: Ana María Carvajal / ÚN

Al pasear por los corredores de la ciudad de los muertos, se puede encontrar obras de Smith, quien construyó el Teatro Sucre y de Badiconzinni, creador del Teatro Variedades.

En este camposanto, dirigido en principio por los hermanos franciscanos y dominicos, hay varios mausoleos y tumbas de la firma de Francisco Durini.

Una de ellas es la del ambateño Humberto Albornoz, para quien trabajó el desaparecido edificio de tres pisos del Banco de Préstamos (estaba en lo que ahora es la Plaza Chica).

Aunque el edificio fue derrocado, Durini logró perpetuar su obra junto al nombre del banquero, pues en su tumba recreó en mármol tallado parte de la fachada principal de su obra con la leyenda “A Humberto Albornoz, El Banco de Préstamos”.

Más sencilla es la morada final del presidente José María Velasco Ibarra, coronada por una cruz tallada en piedra en la que reposa un asta donde flamea la bandera del Ecuador.

Las vendedoras se turnan para mantenerlo con flores como un homenaje a un amor inmenso: anciano y con carencias, Velasco vio morir a su esposa Corina Parral cuando cayó de un bus en Buenos Aires.Cuando volvió a Quito dijo que solo lo hacía para enterrarla y morir y así fue. 50 días después dejó de respirar.

El primer mausoleo del panteón fue un pedido de Rosario Moscoso para enterrar a su esposo Pedro Páez y su hijo, en 1910, a quienes cuida la escultura de una delicada dama de blanco pidiendo silencio.

Varios mausoleos están deteriorados o incluso vacíos, pero aún descuidados, su belleza se impone.

A pesar del olvido, siempre hay quien pide por las almas de quienes tuvieron menos suerte y reposan en fosas comunes, como los soldados de la batalla de Pichincha (los primeros huéspedes de este panteón) que reposan en la Capilla de las Almas -según López-, a donde van a parar también los restos exhumados de tumbas abandonadas.