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24 de octubre de 2019 12:11

La Villa Flora, llena de buena vecindad

Vecinos antiguos y nuevos son parte de uno de los barrios emblemáticos del sur de Quito. En el lugar confluye residencia y comercio. Foto: Ana Guerrero / ÚN

Vecinos antiguos y nuevos son parte de uno de los barrios emblemáticos del sur de Quito. En el lugar confluye residencia y comercio. Foto: Ana Guerrero / ÚN

Ana Guerrero
(I)

Hogar de historia, tradición, artes y comercio. La Villa Flora, en el sur de Quito, tiene bajito 75 años de trayectoria. Y así como se conservan destellos de los inicios del barrio, con los años fueron llegando nuevos vecinos: negocios, escuelas, talleres, agrupaciones culturales.

Paco Aguirre es uno de los primeros moradores del barrio y mantiene vivos los días cuando los guambras armaban una ‘pata’ e iban a nadar en el río Machángara. Así como la tarea de sacar agua de pozo y hacer los deberes a la luz de una vela.

14 casas de una planta fueron las primeras en levantarse en los terrenos de la hacienda Villa Flora, con las familias Hidalgo, Garnet, Dueñas, Recalde, Cruz, Cevallos, Pinto...

Mónica Sánchez llegó a la Villa Flora por trabajo. El esposo abrió un laboratorio clínico en el sitio, se mudaron y ya van 30 años. Como la pareja, hay decenas de emprendedores que le apostaron al barrio.

Se han ido sumando personajes, como David Celi, un artista plástico que abrió una estación cultural y Nelson Ullauri, gestor cultural, da fe de esto. Y recuerda que han pasado propuestas como la Red Cultural del Sur.

Santiago Freire, presidente del barrio, da cuenta de las nuevas iniciativas, como el proyecto de convertir al Parque de los Enamorados en el Museo de las Flores, con especies nativas de la zona.

El origen del nombre 


El barrio del sur de Quito se levanta en las tierras de una vieja hacienda. Vecinos antiguos cuentan que, antaño, había un arco en el que se distinguía ‘Hacienda Flora’.

Los terrenos donde se levantó pertenecían a la familia Salvador y fueron vendidos a la Caja de Pensiones (hoy IESS). Estos se destinaron para planes de vivienda. Es considerado como uno de los mejores diseños de urbanización realizados en Quito.

Entre los primeros moradores del lugar se relata que la dueña de la propiedad llevaba el nombre de Flora y que en su honor se bautizó así al sitio.

El barrio, en principio, fue concebido como la ‘ciudad jardín’. Este título se debía a que fue concebida como una nueva propuesta urbanística y de vivienda. Ha sido casa de artistas como los hermanos Miño Naranjo y Teresa Arias, entre otros.

El lugar emblemático

Un fortín para la cultura roquera

Redacción Últimas Noticias (I)

La Concha Acústica de la Villa Flora, con los años, se volvió un espacio para la cultura y la hermandad roquera. Los conciertos empezaron como una inspiración en el documental de Woodstock, que se pasó en 1970 en el Teatro Universitario.

Los roqueros buscaron un espacio para replicar la propuesta. Para fines de los 60 e inicios de los 70 se estaba haciendo rock, en su mayoría covers.

Pablo Rodríguez, autor de ‘Cuatro décadas de Historia’ y gestor cultural, relata que el 11 de marzo de 1972 se realizó el primer evento. Pero se tienen registros que desde los años 60 el escenario ya recibía a exponentes de la música nacional.

La Concha Acústica de la Villa Flora. Foto: archivo / ÚN

La Concha Acústica de la Villa Flora. Foto: archivo / ÚN

El espacio se consolidó como un hogar para el rock. Entre 1972 y mediados de los 80 se realizaron varios conciertos, pero de forma irregular. Algunos eran en agosto, atados al mensaje de libertad.

En 1987 empezó el trabajo de un grupo de jóvenes, que más adelante pasó a ser la organización Al Sur del Cielo. Antes, vecinos de los Dos Puentes quisieron hacer un gran evento en El Panecillo, con Quito de fondo. Por las limitaciones de la época no se concretó.

Entrado el siglo XXI, ya era un tema de tomarse el espacio. No había luz y tocaba subirse al poste para conectar los equipos. Todo era a través de mingas.

En palabras de Rodríguez, la Concha Acústica permitió que los roqueros “nos hermanemos”. Antaño iban jóvenes solitarios, hoy van familias enteras.

El personaje

Un arquitecto, profe y bien aventurero

Redacción Últimas Noticias (I)

Ambateño de nacimiento y quiteño por convicción. Rodrigo Dueñas es arquitecto y taxidermista de profesión, y vecino eterno de la Villa Flora. Creció en una de las primeras casas del barrio, en la av. Pedro de Alfaro y Gonzalo Díaz de Pineda. “Soy hijo del ‘Indio Mariano’”, dice.

En la villa donde pasó la infancia, Rodrigo tiene un taller de tareas dirigidas y armó su propio museo, con los tesoros recolectados durante sus aventuras. Siempre ha tenido la meta de aprender y compartir lo adquirido.

Rodrigo Dueñas es arquitecto y docente. Foto: Ana Guerrero / ÚN

Rodrigo Dueñas es arquitecto y docente. Foto: Ana Guerrero / ÚN

Estudió arquitectura en Chile y fue mochilero. Con decirle que el viaje de ida y vuelta era a dedo. En cada travesía a ese país llevaba información sobre Quito.

Fue uno de los visionarios que se adelantó a la concepción de Quito como un patrimonio de la humanidad. Hizo varios estudios sobre preservación de monumentos y conjuntos arquitectónicos de varios lugares.

Recuerda que se salvó de la dictadura de Augusto Pinochet. Varios de sus compañeros y amigos, recuerda, no corrieron con la misma suerte. En esa época, luego de un largo trayecto logró llegar a Estados Unidos, pero al ver que se dirigía desde Chile, lo deportaron.

Por 30 años se dedicó a la docencia en las aulas del Pensionado Tarqui. A la par y hasta la actualidad, recibe en la casa donde creció a estudiantes de varias edades. Las tareas dirigidas son de lunes a sábado.

La hueca

Morita’s, una hueca que nace en el sur


Redacción Últimas Noticias (I)

Trabajo, dedicación y el deseo de mantener un legado vivo. Así nació Morita’s Bar Restaurante.

La iniciativa arrancó con la sazón en las venas. El pilar de la familia, Anita Lucía Mora, quien falleció hace un año, compartió sus recetas con sus seis hijos y sus nietos a lo largo de su vida. Semana Santa, Navidad, Fin de Año o cualquier fecha especial era un motivo para deleitar con sus preparaciones. El secreto: la dulzura y el amor en cada ingrediente.

Ese mismo cariño y dedicación están presentes en los platillos y en la atención que se ofrecen en Morita’s, en las calles Antonio de Prado y Pedro de Alfaro, segundo piso, junto a la UPC del barrio.

Morita’s Bar Restaurante abrió en mayo. Foto: Ana Guerrero / ÚN

Morita’s Bar Restaurante abrió en mayo. Foto: Ana Guerrero / ÚN

Ofrece carnes, secos, guatita, mariscos, almuerzos y comida internacional. Y con precios que no superan los USD 6. Un almuerzo bien puesto le cuesta 2,50. No se admire si este incluye un encebollado, caldo de gallina o camarones apanados.
También ofrece atención para eventos sociales.

Verónica, una de las Morita’s, cuenta que ella y sus hermanos, Marcia, Tomás, Isabel, Juan y Fernando, colaboraron para hacer realidad el sueño de tener un negocio en honor a su madre, haciendo lo que a ella más le gustaba: cocinar.

No se quedaron fuera nietos, nueras y el esposo de Verónica. Morita’s se inauguró el 3 de mayo, con la silueta de la inspiradora en el distintivo. Desde el corazón de la Villa Flora quieren seguir creciendo.