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2016-04-08 14:37:45

Iglesias eran cementerios

Soraya Quillupangui

Las iglesias tenían funciones de cementerio, no necesariamente dentro el templo, pero siempre adjunto a él. No sería raro que en la plaza de S. Francisco haya osamentas.Que a nadie le sorprenda si debajo de las piedras de la plaza de San Francisco encuentran huesos de todo tipo.

Esa posibilidad se dejó entrever la semana pasada cuando arrancó el retiro las piedras, previamente codificadas, y avanzar con los trabajos de una de las estaciones del Metro que se levantará en el sitio.Hace muchos años los sitios de enterramiento no estaban en lo que actualmente conocemos como cementerios. Así de claro habla Leonardo Zaldumbide, especialista en cultura funeraria. Y agrega: La gente que tenía posibilidades económicas se la inhumaba dentro o cerca de las iglesias, mucho mejor si estaban más cerca del altar.

De ahí que los arqueólogos que han investigado, por ejemplo, en el piso de San Francisco saben que justamente en el claustro norte (actual entrada al museo Fray Pedro Gocial) estuvo un cementerio colonial para gente pobre.

Otro camposanto muy grande, con unos dos mil cuerpos, estuvo en el atrio de la iglesia. Y en la entrada de la plaza estuvieron, según Zaldumbide, dos capillas funerarias; actualmente, en esos lugares funcionan el Tianguez y las tiendas de artesanías. Y dice más: Es muy probable que dentro de la plaza hayan enterramientos tanto coloniales como precolombinos.

Esa aseveración la hace porque recuerda que antes de la llegada de los españoles la plaza era un mercado y también un cruce de caminos donde había un montón de actividad humana de la que siempre quedan evidencias de todo tipo.

Bajo las iglesias y conventos del Centro Histórico hay criptas. Era la antigua forma de enterramientos, apostilla Zaldumbide. Actualmente, dentro de algunas iglesias hay cenotafios (tumbas) para que las personas que han sido benefactoras de las órdenes religiosas sean evocadas en los servicios religiosos.

Los sepulcros se pueden observar en los pasillos de los propios templos. Ese es el caso de la basílica de La Merced (Chile y Cuenca); allí están unas tumbas adornadas y con los apellidos de Arízaga, Bolaños y una tercera, más grande, con el nombre de Joaquín Andrade (1884).

En la iglesia de El Sagrario, entre la Guayaquil y Chile, también se las observa con las inscripciones de Manuel Cornejo (1877), Dolores Zaldumbide (1880), Ariel Villavicencio (1892) y Miguel Freire (1901). También hay estos recuerdos en la Catedral Metropolitana.

Betty Beltrán / ÚN