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2 de febrero de 2017 12:18

Monseñor Luna, batallador incansable

En  la Casa Sacerdotal Corazón de Jesús. Aquí permanece monseñor Luna Tobar. Foto:Pavel Calahorrano

En la Casa Sacerdotal Corazón de Jesús. Aquí permanece monseñor Luna Tobar. Foto:Pavel Calahorrano

Betty Beltrán

Superconversón y de poco dormir. Había días en que amanecía en la proa de un barco rumbo a Italia, y de ley había que sacarle a pasear en el carro y comprarle un helado. Goloso también es.

Esos viajes recurrentes fueron producto de su alzhéimer de grado siete, precisa Nora Rodríguez, una de las enfermeras de Mons. Luis Alberto Luna Tobar, arzobispo Emérito de Cuenca.

A sus 93 años, el prelado ecuatoriano se encuentra batallando sus últimos momentos. En la suite número 19 de la Casa Sacerdotal Sagrado Corazón, ubicada en el sector de La Armenia (vía a Los Chillos), se le brindan todas las atenciones médicas.

Hasta el mediodía de ayer, los latidos de su corazón eran los adecuados para su edad, también respiraba espontáneamente y sin dificultad; sí se quejaba de bastante dolor. Por eso le aplicaron una terapia de dolor y otra paliativa, cuenta Óscar Cachimuel, médico tratante.

Hace siete años, Monseñor llegó al Sagrado Corazón y ya le aquejaban varias enfermedades, que fueron agravándose: insuficiencia cardíaca, hipertensión arterial, carcinoma de próstata, metástasis pulmonar y demencia senil.

Pese a su delicado estado de salud, Monseñor siempre estaba activo. Le gustaba que le leyeran los poemas de Santa Teresita y las canciones de San Juan de la Cruz. Con su buena voz, cuenta Nora, cantaba la Chola Cuencana y el Chulla Quiteño. Hasta bailaba.

En  la Casa Sacerdotal Corazón de Jesús. Aquí permanece monseñor Luna Tobar. Foto:Pavel Calahorrano

En la Casa Sacerdotal Corazón de Jesús. Aquí permanece monseñor Luna Tobar. Foto:Pavel Calahorrano

Un lince para recordar anécdotas. Su enfermera rememora que como amante a los toros, resulta que un día fue a torear en la hacienda de un amigo y el animal le embistió y le rompió la sotana. Para evitarse líos con su superior, Monseñor tuvo que coser la prenda.

Las ranas también le encantan, tanto que en la sala de su suite -en el librero- están unas cuantas. Libros sobre esta especie también tiene, los cuales se confunden entre los de política del país.

El deterioro de su salud se acrecentó en los últimos seis meses y el 17 de diciembre contrajo una neumonía que le afectó sobremanera. Se recuperó relativamente y se sentó en la fiesta de Navidad, pero no conversó mucho. Se limitó a hacer el brindis con una frase: “Que Dios bendiga a todos”. Ya no daba los discursos de antes.

Comenzó a caminar más lento, ya no comía, le daban solo fórmula y compotas. Hasta que, el sábado, cayó en cama. Y desde ahí solo le hidratan; ya no habla, solo mueve los ojitos buscando algo.

En  la Casa Sacerdotal Corazón de Jesús. Aquí permanece monseñor Luna Tobar. Foto:Pavel Calahorrano

En la Casa Sacerdotal Corazón de Jesús. Aquí permanece monseñor Luna Tobar. Foto:Pavel Calahorrano