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16 de noviembre de 2016 16:13

Los ‘peques’ y la ciencia conviven

Niños y científicos tienen en común la curiosidad y ganas de saber más. Foto: Archivo / ÚN

Niños y científicos tienen en común la curiosidad y ganas de saber más. Foto: Archivo / ÚN

Redacción En las aulas

El tema de la ciencia y los niños ha fascinado a investigadores, pedagogos, psicólogos y padres de familias.

Algunos consideran que la escuela no es un escenario para hablar o enseñar ciencia, sino para transmitir conocimientos científicos establecidos en el currículo. Otros piensan que la ciencia no es patrimonio de los científicos, investigadores o de los laboratorios; la ciencia -dicen- está atada inseparablemente a la curiosidad de los niños y jóvenes, y debe ser promovida desde la cotidianidad.

Hacer ciencia

Un principio básico para superar el divorcio entre la escuela y la ciencia es, paradójicamente, hacer ciencia; es decir, construir sueños en contacto directo con la realidad, que per­mitan superar los prejuicios, los dogmas y los aprendizajes memorísticos...sin entender.

¿Cómo hacerlo?

Es la pregunta del millón. Comencemos por la actitud de docentes y padres, abiertos a los aprendizajes significativos, a través de métodos y sistemas fáciles de comprender y aplicar.

Hay un primer paso fundamental: iniciar el camino de todo investigador mediante proyectos, que comienza con la identificación de problemas, y un mecanismo que no falla: formular preguntas. Preguntas como por qué llueve, cómo se mueven los planetas, por qué el huevo se endurece al hervirlo... ayudan a los niños a comenzar a descifrar el mundo que les rodea. Lo anterior es la base del famoso y pomposo método científico.

El siguiente paso, asimismo importante, es trabajar a través de experimentos pequeños y accesibles, donde cada niño se convierta progresivamente en un miniinvestigador, con la ayuda de un tutor.

Recordemos que el profesor no es el ‘dueño’ del saber. En el presente caso, su papel es acompañar, facilitar para que cada estudiante realice un ‘viaje por el conocimiento científico’, lo cual requerirá un poco más de esfuerzo por parte del docente.
‘Manos en la masa’

En Francia este proyecto fue exitoso, porque se convirtió en un ‘pulpo’ que extendió sus brazos a los maestros, los alumnos, la academia de ciencias y los padres. El libro ‘Los niños y la ciencia’, de Georges Charpak, Pierre Lena e Yves Queré’, de Siglo XXI Editores, explica la experiencia.

El secreto fue y sigue siendo la curiosidad; otra estrategia es que ‘la prác­tica de la ciencia es la mejor manera de aprender, no solo conocimientos sino también valores, actitudes y comportamientos, que forman mejores personas y mejores ciudadanos’. Para ello es urgente establecer una saludable alianza entre educadores
y científicos.