placeholder
Las Últimas
13 de agosto de 2018 12:13

Las ‘aves de papel’ tienen su agosto

Yolanda Núñez ofrece el producto hecho en la Libertad de Chillogallo. Foto: Andrés García / ÚN

Yolanda Núñez ofrece el producto hecho en la Libertad de Chillogallo. Foto: Andrés García / ÚN

Andrés García

Si las cometas fuesen árboles, agosto sería su tiempo de florecer. El viento y el cielo azul de Quito son ideales para ellas, que nunca se marchitan.


En este mes, en más de 15 negocios en calle Olmedo, del Centro Histórico, se ofertan coloridos ejemplares de cometas chinas.

En el local de Yolanda Núñez aún se ven las cometas de sigse, papel y piola.

El negocio está en la Imbabura; la mujer explica a sus clientes el juguete hexagonal, no sin antes asegurar que “vuelan más alto” que las traídas de Asia.

La cometa nacional cuesta USD 1, pero debido a que ahora el papel seda es más delgado, se cubre una cara de la cometa con plástico liviano. Toda la estructura es de sigse y sus bordes tienen motivos decorativos.

Yolanda dice que este año ha vendido unas 1 500 cometas en su local, Plásticos Pablito, que tiene 15 años.

Las cometas que Yolanda negocia se elaboran en la Libertad de Chillogallo; las compra al por mayor. Asegura que el mercado de “juguetes voladores” se dispara en la época de vacaciones estudiantiles. “Agosto es lo más fuerte, la gente sí pide cometas”, dice Núñez.

En otro punto del Centro Histórico, pero a 3 000 metros de altitud, Luis Chinlle promociona las cometas que él mismo elabora. En una carpa ubicada al extremo sur de la Virgen del Panecillo, Luis exhibe varios modelos, con diseños de estrellas, faros y hasta de águilas.

Chinlle tiene 43 años y se dedica a elaborar cometas desde los 8. Toda la vida ha residido en el Panecillo y encontraba los sigses en el bosque de esa loma. Pero subraya que por los incendios forestales y la tala, ahora ya no hay muchos.

Junto al artesano están su esposa y sus hijos. Ellos le ayudan en el negocio y explican las bondades de la cometa nacional a los turistas que visitan el mirador.

Su hijo Jefferson controla un carrete que Luis diseñó para que la tarea de envolver la piola sea más fácil. Se gira una manivela y se envuelve la piola en pocos segundos. Estos carretes también se venden, a USD 12.

Sirven para que las cometas vuelen más alto y más lejos.

“Yo garantizo que si mis cometas no vuelan, devuelvo el dinero”, dice Luis. Sus productos van desde USD 1 hasta 8. Las más baratas son las simples, con base de sigses y caras plásticas. Las de papel, con las que creció y ahora son su sustento, cuestan USD 2,50 y 3. Para elaborarlas, Luis viaja a Latacunga en busca de sigses, donde abundan como él los necesita: largos y gruesos.


Jefferson Chinlle, de 22 años, pide que se retomen los concursos de cometas que antes se organizaban en El Panecillo y en otros puntos de la ciudad. Su padre sostiene que hasta la tercera semana de agosto aumenta el flujo de personas que suben a los pies de la Virgen para que estas “aves de papel” se escondan entre las nubes.