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28 de agosto de 2020 11:55

Bandas de pueblo en retirada

Más de cinco meses sin tocar; los músicos populares se ‘comen la camisa’ y migraron a otros menesteres.

Más de cinco meses sin tocar; los músicos populares se ‘comen la camisa’ y migraron a otros menesteres.

Betty Beltrán. (I)

Ya no se halla en la casa, son más de cinco meses que no tiene ninguna ‘tocada’. Julio Lara es uno de los integrantes más antiguos de su banda de pueblo San Antonio de Pichincha y se lamenta porque la pandemia por el covid-19 mató a estas agrupaciones populares.

La suya tiene 82 años, pues fue fundada en junio de 1938, en el barrio El Calvario. Actualmente tiene 14 integrantes, entre los 15 y 80 años. Nicolas Gómez es el más viejecito y toca el clarinete, y anda triste con este silencio prolongado.

A don Julio también le embarga la pena, asegura que su banda es todo para él, que antes estaba integrada por pura familia y actualmente por aficionados de otros barrios de San Antonio: Rumicucho, Tanlahua, por ejemplo.

Desde la pandemia no ha tenido ni un solo contrato, “ese coronavirus terminó fregando a la cultura”, dice convencido. Y su lamento es profundo porque desde junio hasta septiembre eran los meses de más trabajo. Y ahora están con los brazos cruzados.

En otro tiempo, en esta temporada ni respiraban, pues el 13 de junio se celebra a San Antonio de Padua, patrono del poblado, y por ocho día las juntas parroquiales y los barrios los contrataban. Por la hora se pagaba USD 50.

Para julio la fiesta saltaba a Pomasqui, para festejar al Señor del Árbol; mientras que en agosto las tocadas se multiplicaban por la fiesta de la Virgen del Tránsito en la Mitad del Mundo. Y en septiembre más de lo mismo, pues era la cita con el Señor del Árbol de San Antonio de Pichincha.

A sus 67 años, don Julio se pasa en casa, durante la mañana se dedica a cuidar unos chanchos y unos pollos, y en la tarde le da al solfeo con su clarinete y saxo, para evitar que “le gane la vejez”. Además, porque no puede vivir sin música, una costumbre que tiene desde cuando tenía 15 años.

Antes de esta desgracia sanitaria, tres veces a la semana repasaba -con todos los integrantes de la banda- en el cuarto que fue cedido por el Municipio de Quito para perfeccionarse y que está ubicado a la entrada de San Antonio. Allí se guardan los instrumentos.

Julio Lara es de la banda San Antonio. Fotos: cortesía

Julio Lara es de la banda San Antonio. Fotos: cortesía

De esa manera, rememora, ponía a punto su repertorio que se caracteriza por sanjuanitos, pasacalles, danzantes. También misas fúnebres para el traslado de los fieles difuntos.

Rocío Pachacama
, una afamada profesora de música de la Administración Zonal La Delicia, menciona que al menos para acompañar al muertito sí tienen uno o dos pedidos de contrato, pero los integrantes de la banda no aceptan por precaución, no vaya a ser que por ganarse USD 5 se contagien y gasten más para curarse o, lo peor, pierdan la vida.

La agrupación de don Julio no es la única que está fregada, pues esta situación es generalizada. La Banda Rumba Caleña de Calacalí está en las mismas, cuenta su líder Alberto Quishpe; a sus 69 años jamás en la vida vio una crisis semejante: “ni una sola tocada en más de cinco meses, eso sí que es una desgracia”.

Agrega que sus 13 músicos se han refugiado en los oficios que les dieron sus padres, como albañilería, zapatería, sastrería, agricultura…; y los más guambras han preferido dedicarse al comercio informal o emplearse en las fábricas que hay en la zona.

Todas las bandas populares están en la misma situación. ¿Cuántas hay en el Distrito? No existe una cifra oficial, se calcula que sobrepasarán las 300, indica Pachacama.

Para que no estén en desbandada, en la Zonal La Delicia se formó, hace unos años, la Unión de Bandas del Noroccidente de Pichincha integrada por nueve grupos tucos y, por intermedio del Municipio, siempre tenían trabajo porque se rotaban.

Incluso, en agosto se organizaba el encuentro de bandas; el pasado año se realizó en Nono y este año estaba previsto hacerlo en San Antonio o Pomasqui.

Alberto Quishpe, de la Rumba Caleña.

Alberto Quishpe, de la Rumba Caleña.


Mientras pasa esta debacle, en La Delicia siguen activas las clases virtuales de solfeo, pues el instrumento es muy celoso y si no está dale y dale se olvidan nomás hasta cómo se lo agarra, acota Quishpe. Los ensayos son cada jueves, de 18:00 a 19:00, vía virtual.

Pachacama agrega que la pandemia le dio la vuelta al músico, pero les invita a seguir preparándose. Desde septiembre se abre un nuevo ciclo virtual para interpretar un instrumento musical. Las inscripciones serán para guaguas desde los 8 hasta los 100 años, a través del Facebook de la Casa de las Bandas.

Y mientras tanto, para no perder ese gusto, los músicos antiguos se han dado a la tarea de ofrecer serenatas a sus santos preferidos, casa adentro.